Elio Irmão

«SOY UN ESCRITOR QUE DESAFÍA CUALQUIER SILENCIO, DISIMULO

O MORDAZA; Y CREO QUE DETRÁS DE CADA HISTORIA, POR INSIGNIFICANTE QUE PAREZCA, SE ESCONDE ALGO QUE DEBE SER CONTADO»

«SOY UN ESCRITOR QUE DESAFÍA CUALQUIER SILENCIO, DISIMULO

O MORDAZA; Y CREO QUE DETRÁS DE CADA HISTORIA, POR INSIGNIFICANTE QUE PAREZCA, SE ESCONDE ALGO QUE DEBE SER CONTADO»

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Mensajes de mis novelas

Sobre la justicia:

“Porque la justicia no existe, ya que es una entelequia, una creación contra natura que, aunque responda a un legítimo anhelo del ser humano, la hemos producido conscientes de estar contradiciendo al Universo -que es, en esencia, injusto-, sin darnos cuenta de que éste siempre gana la batalla.

De modo que la justicia, al final, acaba asimilándose al Universo. Por eso, no hace más que decepcionarnos, convirtiéndonos, indefectiblemente, en escépticos irredimibles respecto de sus principios y proclamas”. (Los secretos veranean en Bardolino)

Sobre el acto de juzgar:

“Un juicio, sobre todo si es para condenar, e incluso por muy meditado que haya sido, siempre es precipitado y viene preñado de injusticia. Prefiero no caer en ese execrable vicio del que muchos hacen profesión de fe, y otros, simplemente, profesión” (Mafarrico)

Sobre la vida:

“La vida es así de cambiante: inconstante como un péndulo, injusta como un juez, inentendible como ella sola cuando se ofusca en golpear con enajenada brutalidad los extremos, oscilando desde la más absoluta tranquilidad a la más dramática de las tragedias en apenas un abrir y cerrar de ojos…” (Mafarrico)

“La vida es fantástica, Pimazzoni; pero el ser humano es un inconsciente que ignora su verdadera valía. De no ser así, no haría muchas de las cosas que hace”. (Los secretos veranean en Bardolino)

Sobre el sistema financiero:

“Este negocio en el que participaba, con decreciente vocación,  era tan viejo como ese otro que, popularmente, se conoce como “el más antiguo”.  Y se nutría, cada vez con mayor descaro, de cobrar comisiones groseras como precio a la inocencia y a la necedad (confundida en la dicción con “necesidad”) de la gente”. (Mafarrico)

Sobre la familia:

“Por fortuna, no contaba con hijos. Ni con una esposa que, por cualquier motivo, no hubiera podido dárselos. Bueno, la feliz contrapartida es que así tampoco podía quitárselos” (Mafarrico)

“Estaba persuadido de que los hijos, sin excepción que pueda tildarse de honrosa, son una lata. Lata, en esencia, igual a esfuerzo más inversión inútiles, elevado a alguna alta potencia. Quizás, por esta razón, expresada de un modo tan aritmético, es por la que cuando los padres llegan a ese estatus experimentan la misma lección kármica que la que impartieron cuando eran hijos”. (Hoy, no sé mañana)

Sobre conocer el mundo:

“El mundo es tan amplio, tan diverso, tan rico…, que deberíamos imponernos la obligación de conocerlo. Si no, corremos el riesgo de crecer ignorantes…, y de comportarnos de forma inflexible…, que, no lo olvides nunca, son el caldo de cultivo del error y la injusticia” (Mafarrico)

Sobre las opiniones comunes:

“Uno debe saber desmarcarse, con amplio atrevimiento, de aquello que la mayoría acepta, para apostar, como posibilidad, por lo que la gente, debido a su negligencia o pereza, ni tan siquiera se ha detenido a valorar”. (Los secretos veranean en Bardolino)

Sobre los errores:

“Desgraciadamente, todos nos equivocamos. A veces, también, afortunadamente”. (Los secretos veranean en Bardolino)

Sobre el Estado:

“Somos personas libres -¡por si hay alguien que todavía no lo sabe!-, somos personas libres, no esclavos de ningún Estado, ni súbditos de ningún poder ajeno a lo que el pueblo es y desea. Desde el momento en que unos vulgares sátrapas se erigen en dueños de algo que no les pertenece, nosotros, el pueblo, ha de decirles “no, no y no”, e invitarles, educadamente, a que se vayan a su casa. Y hay que decir “educadamente” porque es como se lo diremos ya que, solo en el caso de que se resistan, tendremos que emplear la fuerza para conseguirlo”. (Hoy, no sé mañana)

Sobre los impuestos:

“Si nadie paga impuestos, desaparece el Estado.(…). Si nos negamos a un estado de cosas que, más allá de su profunda iniquidad y falta de transparencia, se ha convertido en un latrocinio bendecido por las leyes, daremos por concluso y finiquitado un sistema que solo puede mantenerse con el dinero que nos extraen del bolsillo, y ante lo que hemos venido reaccionando como dóciles mansos. Convencéos todos: si no hay dinero, colapsa el sistema”. (Hoy, no sé mañana)